El fenómeno de imitación o simple réplica de uniformes europeos o estadounidenses, que afectó a los ejércitos de América Latina desde sus propios orígenes, quedó bien en claro en un artículo titulado El uniforme de un Ejército debe ser como la bandera, publicado en enero de 1913 por el semanario Pacífico Magazine, en Santiago de Chile. Precisamente, el fragmento citado a continuación deja muy en claro esta situación:
A nuestro adicto militar en Roma, comandante Quiroga, el Rey Víctor Manuel felicitó por la instrucción militar alemana en el Ejército de Chile; pero al analizar el uniforme, agregó: “No comprendo por qué razón han llevado tan lejos el espíritu de imitación; el uniforme debe ser nacional; el país que se diferencia de otro por su frontera y su pabellón, debe tener soldados también diferentes. Un pueblo militar debe conservar su uniforme como una insignia nacional”.
Este artículo fue profusamente ilustrado por el artista plástico Pedro Subercaseaux, pintor de la historia de Chile, quien presentó su “visión” sobre cómo deberían ser los uniformes con toque autóctono del Ejército de Chile de aquel entonces.
Dórica Figuras Militares recogió el guante de este interesante desafío y se abocó a llevar el concepto estético-militar de Subercaseaux a sus figuras. Otro aspecto a destacar es que la escala (70 mm), el estilo de modelado y la pintura de estos soldados con los “uniformes del Ejército de Chile que nunca fueron” replican el “espíritu” de las tradicionales figuras de pasta o composición producidas por Lineol y Elastolin en Alemania, durante la primera mitad del siglo XX.
Para mayor información, contactar directamente a Juan Antonio Santis:
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